Había una vez un mago que construyó una casa cerca de un pueblo grande y próspero. Un día invitó a toda la gente del pueblo a cenar en su casa. -Antes de cenar –dijo-, tenemos algunos entretenimientos. La idea agradó a todos y el mago hizo un show de primera clase, donde sacaba conejos de chisteras, banderas que aparecían en el aire y cosas que se convertían unas en otras. La gente estaba fascinada. El mago preguntó: -¿Quieren cenar ahora o quieren más entretenimiento? Todos pidieron más trucos pues nunca habían visto algo así. El mago entonces se convirtió en una paloma, después en un halcón y más tarde en un dragón. La gente enloquecía de excitación. Les preguntó nuevamente y pidieron más, y más recibieron. A la sazón les preguntó si querían comer y dijeron que sí. El mago entonces, por medio de sus poderes, les hizo creer que estaban comiendo mientras les distraía con cantidad de trucos. La cena imaginaria y los trucos continuaron toda la noche. Cuando estaba amaneciendo algunos dijeron: -Debemos ir a trabajar. Nuevamente hizo que pensaran que iban a sus casas, que se preparaban para ir a trabajar y que realmente hacían sus actividades habituales.
De
este modo, siempre que alguien decía que tenía que hacer algo el mago le hacía creer
que lo hacía y después regresaba a la cena del mago. Con el tiempo, el mago
había tejido tal encantamiento sobre la gente del pueblo que todos trabajaban
para él mientras creían que continuaban con sus vidas de siempre. Cuando se
sentían inquietos él les hacía pensar que, de nuevo, estaban cenando en casa,
esto les daba placer y les hacía olvidar.
¿Y qué
sucedió con el mago y la gente del pueblo? Esto no se puede decir; es algo de
lo que no se puede hablar, porque él sigue ocupado en lo mismo, y casi toda la
gente está aún bajo su hechizo.
(Un cuento Sufí, extraído de “Seeker after truth” by Idries
Shah).
Pintura: Bacanal - Piquico (Ángel M. Rodríguez)
La Nebulosa - Tobas C.S